Para preparar
cualquier competición es recomendable seguir una planificación coherente y
diseñada siguiendo los principios fundamentales del entrenamiento. Una de las fases
más importantes para que todo lo
programado no se vaya al traste es la relacionada con qué hacer los días y
semanas antes de la competición. En ese punto de la preparación ya estará todo
el trabajo hecho, nada de lo que hagamos nos ayudará a ser más rápidos pero es
vital para que lleguemos al día de la carrera en supercompensación y podamos
rendir a un nivel superior que en los entrenamientos.
A la reducción
de las cargas conforme se va acercando la competición es lo que se conoce como
tapering.
El organismo
debe haber asimilado todos los estímulos a los que lo hemos sometido durante
los últimos meses de manera progresiva. Una de las claves para un buen
entrenamiento es aplicar las cargas adecuadas en el momento correcto para que
pueda rendir mejor que en las sesiones anteriores. Eso es saber cuándo el organismo
está en fase de supercompensación.
Una de las
cosas que trae de cabeza a los entrenadores es ser capaz de afinar para que el
deportista llegue al día de la carrera en su mejor punto de forma física. Deberemos
reducir de una forma progresiva pero no lineal la carga de nuestros
entrenamientos durante un período variable pero planificado en el tiempo.
En el tapering debemos jugar con la
frecuencia de los entrenamientos, con el volumen de estos y su intensidad. La
frecuencia de entrenamiento debería ser un 20-30% inferior. El volumen debería
disminuir de una forma bastante drástica (y no necesariamente de forma lineal).
Si yo, por ejemplo, hago entrenamientos de 1-2 horas, en estos últimos días
podría bajar hasta los 30-40 minutos de entrenamiento. Y la intensidad debería
ser media o media-alta. O sea, rondando el 70-75% de tu máximo.
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